viernes, 6 de enero de 2017

EL GRAN SALTO ADELANTE, O CÓMO NO HACER LAS COSAS

Entre 1958 y 1961, China vivió uno de los períodos más difíciles de su historia. En este lapso de tiempo, el gigante asiático experimentó brutales pérdidas demográficas -sobre cuyas estimaciones los historiadores no se ponen todavía de acuerdo-, propiciadas por una serie de nefastas políticas colectivistas impulsadas por el gobierno opresor y políticamente envilecido de Mao Zedong.

En efecto, se recuerdan muy pocas programas gubernamentales que, con el objetivo inicial de hacer el "bien" para su pueblo y contribuir a su desarrollo, hayan causado a este un mayor e irreparable daño como lo infligió el llamado Gran Salto Adelante.

Mao Zedong ejecutó severa e inflexiblemente el
Gran Salto Adelante. Original aquí  
El Gran Salto Adelante consistió en un plan de medidas fundamentalmente económicas lideradas por Mao Zedong, que tenían como gran objetivo la consolidación de China como un Estado comunista a través de unas serie de políticas de colectivización que se dejaron sentir, principalmente, en la agricultura. Para llevar a la práctica esta empresa, se crearon comunas -esto es, unidades económico-sociales de trabajo común, donde la prohibición y persecución de la propiedad privada se tradujo en la colectivización de los medios de producción- por todo el país. Así las cosas, la práctica privada de la agricultura fue a partir de ese momento considerada como una actividad "contrarrevolucionaria", enemiga de los principios sobre los que se asentaba el demencial régimen maoísta, y fue, por lo tanto, atrozmente perseguida y castigada. La concepción individual de la persona había perdido toda razón de ser en la China comunista de Mao, que concebía al pueblo chino como una dócil masa homogénea de gentes que se habían visto privadas de toda libertad y obligadas a pensar como uno solo. Uno de los momentos más horripilantes de la historia de China acababa de comenzar.

El otro gran objetivo de la campaña fue la industrialización del país. Para lograr este cometido, el líder comunista trató de hacer de la producción de acero un sector emergente en China. Se llevó a cabo, pues, una desmesurada movilización de campesinos hacia el sector del acero, pretendiendo con esto el "Gran Timonel" construir una imagen de una nueva China, socialista e industrial, si bien los exorbitantes esfuerzos destinados al acero -de pésima calidad y muy poco o nada competitivo, por cierto- hicieron olvidar la agricultura. Las cosechas dejaron de ser recogidas, e ingentes toneladas de alimentos se pudrían mientras millones de personas morían de inanición. 

Pese a las críticas recibidas desde varias alas del partido, Mao se mantuvo fiel a un plan que consideraba del todo acertado y, lejos de aceptar las propuestas alternativas de sus compañeros de partido, emprendió una maliciosa purga en el seno del mismo, destinada a eliminar a todos aquellos militantes entre los que se pudiera apreciar un mínimo atisbo de disidencia.

Hay que destacar, empero, que las condiciones climáticas tampoco fueron especialmente favorables. Las catástrofes naturales asolaron durante esos tres años el país, perdiéndose cosechas enteras, millones y millones de toneladas de alimentos. Con todo, no era la primera vez que se daban en China catástrofes de estas características, que jamás habían causado tantos estragos como los que resultaron del Gran Salto Adelante. Sería ingenuo, pues, achacar el fracaso de estas políticas única y exclusivamente a unas condiciones climáticas adversas que se habían dado igualmente en épocas anteriores. La responsabilidad última del hundimiento de la campaña -que por su propia naturaleza estaba condenada, ya desde el principio, al más rotundo fracaso- fue del desastroso gobierno de Mao Zedong y, concretamente, de este último, que pese a las recomendaciones recibidas de los altos directivos de su partido prefirió continuar hasta el final empleando la coacción y las amenazas de encarcelamiento, tortura y ejecución, como bases de funcionamiento de su proyecto, implacablemente liderado por el mayor genocida de cuantos la historia ha conocido.

La tasa de natalidad cayó espectacularmente en China
durante el Gran Salto Adelante, contrariamente a la mortalidad.
Original aquí 
La más inmediata consecuencia de tan desastroso programa de políticas colectivistas fue la Gran Hambruna China, que provocó la muerte de entre 18 y 32 millones de personas -para algunos autores las pérdidas demográficas fueron aún mayores, elevándose por encima de los 40 millones de muertos- como consecuencia de la inclemente carestía de alimentos. La producción agrícola cayó estrepitosamente pese a los intensos esfuerzos de los campesinos, que trabajaban en situaciones de explotación tan penosas que correctamente podrían calificarse de esclavitud. Muchos buscaron rápidamente la salida del país, algo que se mostraba prácticamente imposible debido a los rigurosos controles fronterizos; y la desnutrida población, en un desesperado intento por sobrevivir, no dudaba a la hora de llevarse a la boca lo más nauseabundo e incomestible de cuanto podamos imaginar.

El Gran Salto Adelante se nos aparece como un indicio más de que el colectivismo y la supresión de la propiedad privada, lejos de solucionar problemas, los agrava hasta el punto de hacerlos irresolubles. La ineficiencia y la eterna condenación al fracaso son intrínsecas a este tipo de políticas que a día de hoy, por el propio peso de la evidencia empírica, parecen, afortunadamente, haber sido descartadas en prácticamente todo el mundo.

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