viernes, 30 de diciembre de 2016

LA RENTA BÁSICA: QUÉ OPINO SOBRE ELLA

A partir del 1 de enero de 2017 y hasta el 31 de diciembre de 2018, el Gobierno de Finlandia proporcionará una renta básica de 560 euros mensuales a 2.000 desempleados, con el objetivo de analizar qué efectos tendría la implantación de una renta básica generalizada sobre la economía del país nórdico (noticia completa, aquí).

Ciertamente, la idea de garantizar la subsistencia de las personas más desfavorecidas mediante una asignación económica mensual puede parecer una fantástica iniciativa en la teoría -precisamente por esto no pondré en duda las buenas intenciones de quienes la diseñaron-. Pero lo cierto es que en la práctica esto no es
así. Si la renta básica fuese la panacea a la erradicación de la pobreza universal, seguramente ya llevaría años implantada, y el mundo sería, sin lugar a dudas, un lugar mejor. Sin embargo, la renta básica, lejos de ser la solución a todos los problemas económicos, se convierte en un elemento pernicioso, y paradójicamente empobrecedor si cabe, de la sociedad. Veamos por qué.

En primer lugar, el brutal aumento de la presión fiscal que indudablemente conllevaría la implantación de la renta básica sería inconcebible en países como los de sur de Europa -España lógicamente incluida-. El espectacular clavazo fiscal que para el contribuyente de a pie -no necesariamente rico- supondría su puesta en funcionamiento haría de esta iniciativa una medida contraproducente, pues la garantía de la renta básica para unos sería a costa del pago de impuestos -y consiguiente empobrecimiento- de otros, pudiendo llegar la renta de estos despojados contribuyentes, en los casos más extremos, a equipararse a la de aquellos cuya subsistencia les es asegurada pese a no hacer absolutamente nada. Y justamente de aquí parte un segundo aspecto de la cuestión.

La propuesta de una renta básica de 600 euros
 mensuales figuró en el programa electoral de Podemos
 para las pasadas elecciones generales.
¿Puede ser la renta básica un incentivo para buscar empleo o sería justamente lo contrario? Sinceramente, me inclino más a considerar lo segundo. La implantación de la renta básica, en mi siempre humilde opinión, supondría un duro ataque a la cultura del esfuerzo y de la retribución del trabajo que tanta sangre, sudor y lágrimas ha costado conseguir en Europa. Y la implantación de la medida concretamente en España, aunque me duela, y mucho, admitirlo, significaría la definitiva consolidación del problema del free rider - traducido al español como "problema del gorrón"- del que lamentablemente tanto adolecemos en nuestro país. Y hay que destacar, muy relacionado con esto anterior, la irrupción en las últimas décadas en nuestro país de verdaderos expertos devoradores de recursos sociales. ¿Cómo es posible apoyar la renta básica en España, donde la economía sumergida, al cierre del pasado año 2015, representaba el 18,2% de nuestro PIB? ¿Cómo apoyar la renta básica en un país donde el trabajo "en negro" campa libremente y a sus anchas? ¿Cómo estaríamos seguros de que aquel que recibe este tipo de asignación no viene de ingresar 5.000 euros, aunque claro está, sin declararlos?

Creo, por otra parte, que aquellos que defienden la renta básica exaltando el supuesto componente caritativo de la misma tienen una concepción de la caridad bastante distante de la que yo tengo. Desde mi punto de vista, la solidaridad y la caridad deben ejercerse siempre desde la propia y libre voluntad de la persona, que en ningún caso debe ser obligada por el Estado a realizar, de manera forzada, lo que el propio Estado cree que es caritativo y solidario -esto es, la financiación de la renta básica mediante los impuestos pagados, con un margen muy exiguo, si no nulo, para la libre y optativa voluntad de ayudar al prójimo a través de otros medios-. La caridad, considero, jamás debe ser abordada desde esta perspectiva.

Este texto, quiero resaltar, no pretende ser un manifiesto de carácter profético sobre lo que considero que serán las consecuencias del experimento de la renta básica en Finlandia. Ni mucho menos. Soy completamente consciente de las muchas diferencias que separan a Finlandia de, por ejemplo, los países del sur de Europa, tales como España, Portugal, Italia o Grecia, en lo que a fiscalidad y nivel de renta per cápita se refiere -a esto hay que sumar la colosal economía sumergida anteriormente mencionada que tan tristemente tradicional se ha convertido en España-. Si que creo, no obstante, que la implantación de la renta básica que tan perjudicial y destructiva sería para nuestra economía, también lo sería -aunque seguramente en bastante menor medida- en Finlandia. Con todo, tan solo trato de exponer por qué considero que la renta básica puede ser de todo, menos justa y solidaria. Por todo lo expuesto y porque, además de pensar que existen alternativas mucho más efectivas y viables para ayudar a los ciudadanos más necesitados, siempre he sido más partidario de "dar la caña antes que el pez", rechazo rotundamente una renta básica arrancada del trabajo diario de millones de contribuyentes, y destructora de incentivos al esfuerzo. ¿De verdad tantos años de evolución de la especie humana, de desarrollo a nivel científico, filosófico, moral y ético, para terminar recibiendo una denigrante renta que bajo ningún concepto procede de la libre voluntad caritativa de las personas, sino del antojo de un Estado que no se ensucia precisamente las manos para conseguirla, y por la simple condición de existir físicamente?

2 comentarios:

  1. Eduardo,
    Mira el siguiente enlace de The Economist y consulta los datos de la OCDE
    http://www.economist.com/blogs/economist-explains/2016/06/economist-explains-4
    Creo que te puede servir.
    Un saludo,
    Fernando Ramos.

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