jueves, 3 de noviembre de 2016

LA ESCUELA DE SALAMANCA DE ECONOMISTAS

¿Dónde y cuándo surge la economía como ciencia? En más de una ocasión los apasionados por la economía nos habremos planteado esta interesante pregunta. Siempre he tenido entendido -y creo que la mayoría de los economistas también así lo consideran- que fue el escocés Adam Smith con su obra La riqueza de las naciones, publicada en 1776, el padre de la ciencia económica. Había oído hablar, eso sí, de considerables precedentes: los mercantilistas, siendo Thomas Mun el más conocido de todos ellos, o los fisiócratas franceses, que tuvieron en François Quesnay su máximo exponente, por poner dos distinguidos ejemplos. Sin embargo, muy poco conocía acerca de la llamada Escuela de Salamanca, que en pleno siglo XVI ya había comenzado a abordar, con gran perspicacia y lucidez, cuestiones que muchos creíamos aparecidas con bastante posterioridad.

Ya sabemos que la infuencia ejercida por el pensamiento renacentista en España no fue decisiva en nuestro país, o al menos si la relacionamos con lo que ocurrió en otros países europeos. Los recelos ante un tal vez radical cambio ideológico fueron mayores en España que en Francia o Italia, y creo que de ello no cabe duda. Lo mismo sucedería un par de siglos más tarde con la Ilustración, la cual entiendo como una segunda oportunidad perdida por nuestro país para subirse al carro de la modernización y del desarrollo intelectual. Dejaré este debate, sin embargo, para otro momento. Seré, pues, optimista, y procederé a analizar la vital trascendencia que tuvieron para el nacimiento de la economía como ciencia propiamente dicha las investigaciones realizadas por un grupo de teólogos de la Universidad de Salamanca.

Si bien es cierto lo que dije anteriormente -esto es, el reducido impacto que tuvieron las novedades del pensamiento renacentista en España en comparación con el que tuvieron en otros países del Viejo Continente-, comenzó a formarse en torno a las esferas de la Universidad de Salamanca una congregación de eruditos que llevaron a la universidad a experimentar uno de sus más brillantes períodos, mediante una apertura hacia las corrientes de pensamiento renacentistas llegadas a España desde Italia, Francia y demás países extranjeros. Surge así esa prolífica corriente ideológica que hoy conocemos con el nombre de Escuela de Salamanca.

El impulso renovador de esta Escuela fue liderado por el fraile dominico Francisco de Vitoria, y supuso una nueva forma de abordar la teología, el derecho y la ciencia natural en España, con novedosas aportaciones que serían posteriormente exportadas a otros países a través de la docencia ejercida por los profesores salmantinos en universidades foráneas. Sin embargo, la Escuela de Salamanca, al margen de las aportaciones en los campos ya mencionados, puede y debe ser necesariamente valorada por sus prematuras indagaciones en lo que hoy día conocemos como ciencia económica.

Estatua de Francisco de Vitoria frente a la
Universidad de Salamanca
Los economistas de Salamanca trataron multitud de temas económicos que a día de hoy siguen estando de actualidad. Mostraron gran interés y preocupación, en primer lugar, por el derecho de la propiedad privada. La Escuela de Salamanca abordó esta cuestión -extraordinariamente controvertida en la España de la época- desde el punto de vista no meramente económico, sino también desde el punto de vista teológico, moral y espiritual. Contra la mentalidad del momento, los eruditos salmantinos se avinieron a reconocer la propiedad privada como algo positivo no solo para aquel que ejerce la propiedad directa sobre un bien, sino para la sociedad en su conjunto. Abro un pequeño paréntesis para recordar el contexto que enmarca la labor intelectual de la Escuela de Salamanca: siglo XVI, pleno apogeo de la Inquisición española y de su influencia sobre la sociedad. Presentes en todo momento estaban los moralizadores sermones de las órdenes mendicantes que invitaban -muy a menudo a través de la coacción espiritual- a llevar una vida pobre y austera, en la cual no tenía cabida, bajo ningún concepto, el derecho a la propiedad privada.


Frente a esta postura, los intelectuales de Salamanca -dominicos y jesuitas en su mayoría- pronto replicarían que la propiedad privada no debía ser en absoluto característica de una actitud pecadora y moralmente reprochable. La propiedad privada, según ellos, contribuía a estimular el comercio y la actividad económica, lo que a su vez llevaba a alcanzar el bienestar general e incluso la paz. Aludían además al mayor rendimiento y productividad que se obtenían del uso privado, no común, de los bienes, y argumentaban que una posible colectivización de estos no excluiría en ningún caso la existencia de grupos de poderosos que se aprovecharían de la debilidad del resto. Juan de Mariana, uno de los más importantes representantes de la Escuela, afirmó al respecto que "cuando un asno es de muchos, los lobos se lo comen".

Pero no fue el dilema de la propiedad privada la única preocupación de los economistas de la Escuela. Cuando Martín de Azpilicueta se constató de la subida generalizada de los precios que aconteció en España tras las ingentes cantidades de metales preciosos llegadas desde América, sin quererlo ni saberlo estaba sentando las bases de la teoría cuantitativa del dinero.

Azpilicueta advirtió cómo los precios de los países con gran afluencia de metales preciosos eran superiores a los precios de aquellos países con escasez de estos metales. Relacionando el poder adquisitivo de las monedas de diferentes países con su abundancia o escasez de metales preciosos, concluyó que la moneda es una mercancía mas, y que sus precios pueden, por ello, sufrir las mismas variaciones que cualquier otro producto. Finalmente, resumió su teoría del valor-escasez en la frase "toda mercancía se hace más cara cuando su demanda es más fuerte y su oferta escasea".

También la escuela de Salamanca realizó una interesante aportación a la aún muy inmadura ciencia económica planteándose si el préstamo con intereses o usura era o no digno de un comportamiento verdaderamente cristiano. La Iglesia Católica se mostraba por aquel entonces reacia al cobro de intereses por un préstamo, que consideraban un acto impúdico, si no herético, Desde Salamanca, escolásticos como Luis de Molina comienzan a abogar abierta y públicamente en favor del cobro de intereses. Consideraba Luis de Molina que al prestar dinero el prestamista asumía un importante riesgo que podía derivarse de la no devolución del préstamo. Luego, de manera brillante introducía Molina el concepto que hoy llamamos coste de oportunidad: aquello a lo que he de renunciar para conseguir algo. Así, en el caso planteado, al prestar dinero el usurero asume un coste de oportunidad, pues renuncia a destinar ese mismo dinero a otras actividades que podrían resultarle rentables.

Juan de Mariana, teólogo jesuita que
 da nombre al Instituto homónimo
Desgraciadamente, la Escuela de Salamanca caería paulatinamente en el olvido a lo largo del siglo XVII, al tiempo que España perdía su hegemonía europea y mundial. La vital aportación intelectual realizada por los teóricos de Salamanca, no obstante, ha tratado de ser reavivada  por economistas de la actualidad. Un claro e ilustrativo ejemplo sería la fundación del Instituto Juan de Mariana -dirigido por el eminente economista liberal Juan Ramón Rallo-, que toma su nombre de uno de los más notables representantes de la Escuela. En efecto, muchos han visto en la Escuela de Salamanca un importantísimo precedente del pensamiento económico liberal, y economistas de renombre como el estadounidense Murray Rothbard han afirmado expresamente que las raíces de la Escuela austríaca no se encuentran sino en Salamanca. Antes, sin embargo, el austríaco Joseph Schumpeter ya había reivindicado el papel desempeñado por la Escuela de Salamanca en la configuración de la ciencia económica, llegando a reconocer en su obra Historia del análisis económico (1954) a los intelectuales salmantinos como los posibles fundadores de la economía como una ciencia más.

Libertad económica y propiedad privada. Los dos principios básicos en los que se fundamenta el pensamiento económico de esta magnífica Escuela, rompedora con los prejuicios de su tiempo, muchos de los cuales perviven hoy día. Tan espléndida como olvidada, subyace bajo el liberalismo actual la labor de la Escuela.

1 comentario:

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